La curación del jamón es imprescindible para que el resultado final esté a la altura de las expectativas. A veces se nos olvida que las cosas buenas necesitan tiempo. Y el jamón… aún más.Porque el sabor, el aroma, la textura… todo eso no se improvisa. Se construye. Con calma. Con curación lenta. Un jamón no se hace. Se transforma.
¿QUÉ ES LA CURACIÓN DE UN JAMÓN?
Es el proceso natural por el que el jamón pierde humedad, gana intensidad y desarrolla su carácter único. Se hace en bodegas o secaderos, donde el aire, la temperatura y la espera trabajan en silencio. Y ahí, sin prisas, empieza la magia.
Pero no vale cualquier tiempo, ni cualquier forma. La curación lenta lo cambia todo.
¿POR QUÉ ES TAN IMPORTANTE?
Porque el jamón, como el vino o el queso, necesita madurar. Y madurar bien. Cuanto más lenta y controlada es la curación, más complejo es el sabor, más suave la textura, más auténtico el bocado. No es lo mismo curar rápido para vender más, que esperar lo necesario para ofrecer lo mejor. Y eso en Segundín lo tenemos claro desde siempre.
¿CUÁNTO TIEMPO NECESITA UN BUEN JAMÓN?
Depende. De la raza, del peso, de la alimentación, del tipo de jamón. Pero hay algo que no cambia: un jamón ibérico de bellota necesita tiempo. Hablamos de más de 30, 36 o incluso 48 meses de curación natural.
Sin forzar. Sin acelerar. Dejando que el jamón respire y evolucione.
¿Y SE NOTA?
Se nota en todo: en el color rojizo y brillante, en la grasa que se funde con los dedos, en ese aroma profundo que llena el plato antes de probarlo, y, sobre todo, en el sabor largo, elegante, inolvidable.
Un sabor que solo se consigue así: esperando.
En Segundín creemos que las prisas no hacen buen jamón.
Por eso cuidamos cada pieza como lo que es: única.
Y le damos lo más valioso que tenemos. Tiempo.